LA MADRE CONTROLADORA

La madre controladora vive para sus hijos. Son su sustento emocional. No sabe que sólo por el hecho de necesitarlos, de llenar sus carencias con ellos, ya les está haciendo daño. 


La madre controladora, por su propia dependencia, crea en los hijos una dependencia recíproca, se sienten necesarios para mamá y eso les impide abrirse plenamente al mundo y a su propio destino.


La madre controladora no termina de parir a sus hijos, éstos continúan unidos por un cordón umbilical sutil a través del cual la codependencia se sostiene. Ella se alimenta emocionalmente de ellos creyendo que sólo los alimenta a ellos.


La madre controladora no tiene una vida propia plena, una autorrealización completa como ente individual y desde el miedo consciente o inconsciente de perder a sus hijos, de soltarlos o terminar de parirlos de verdad, les envía multitud de mensajes de miedo. 


La madre controladora intenta evitar por todos los medios que sus hijos sufran, en realidad para no sufrir ella. No les permite el riesgo, el aprendizaje por propia experiencia y con ello los hace débiles e incapaces.


La madre controladora trata de defender a sus hijos ante otros, no permite que ellos aprendan a poner sus límite, a veces incluso frente a sus propios padres, de quienes ellas creen que tienen que protegerlos.


La madre controladora se victimiza a sí misma, pidiendo el amor de quien es parte de ella, de quien es más pequeño, consiguiendo también crear a hijos narcisistas que se creen más grandes de lo que son porque son capaces de "llenar a mamá".


La madre controladora crea hijos violentos que no aprenden los límites que les podría inculcar papá. Se creen el "novio de mamá" y no encuentran satisfacción en las relaciones de iguales.


La madre controladora impide que el amor de sus hijos se dirija plenamente hacia adelante y no hacia atrás... 

donde inevitablemente, le guste o no, está ella.


La madre controladora es desgraciada. Por más que reciba de sus hijos no consigue estar nunca del todo llena. Por eso continúa dando la lata siempre.


La madre controladora no sabe que lo es. Está convencida de que la guía el amor y, se ve apoyada, en los medios de masas y en las redes sociales, por mensajes que camuflan esta conducta tóxica bajo la etiqueta de "amor de madre".


La madre controladora, la del "amor de madre", no sabe que el amor no tiene etiquetas y que sólo existe en libertad: es el amor que se alegra de ver a los seres queridos que se sustentan por sí mismos y que disfruta de que cada quien sea y viva a su modo.


La madre controladora no se ama a sí misma, no sabe que la única fuente de amor pleno hacia ella está exclusivamente en su interior. Como no se sabe amar a sí, tampoco puede amar de verdad a sus hijos.


(Aclaración de género: vale para hijos e hijas y también para algunos padres.)

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© Soledad González Silgo 2022-2023
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